Roxana y su amor a las cocinas

“Me he enamorado de las cocinas”, es una frase que se repite en los labios de Roxana Añez, líder y gestora  de las cocinas solares en la comunidad indígena Tacana de Altamarani que se alza sobre la ribera del río Beni. 

“Como líder siempre estuve saliendo, aquella vez hubo una exposición del proyecto de Resiliencia, en Rurrenabaque y Soluciones Prácticas me invitó a participar con los SAF, ellos habían llevado a la Sra. Lourdes y la Sra. Daniela con su cocina solar para que expliquen cómo funcionaba la tecnología”, recuerda Roxana. Esa fue la primera vez que vio la cocina solar el 2016; ya había oído de ella, sabía que en Bella Altura estaban haciendo una prueba piloto, pero ese día pudo ver cómo funcionaba. “En esa exposición he visto por primera  vez esa cocina, no sé cuanta fue mi emoción, me enamoré de la cocina. Sin perder tiempo empecé a averiguar, yo iba a hablar con quién me decían. Me he lanzado con todo, porque yo pensaba que era muy importante para mi comunidad”. 

Roxana se autodefine como una líder con  un pie cojo: no sabe escribir y tiene restricciones con la lectura, reconoce que esta es una gran limitación. Para lograr que las cocinas solares lleguen a su comunidad, decidió acudir a su esposo Nolberto Buchapi para que le ayude a escribir una carta y entregarla a Christian Aid, financiador del proyecto, institución que pudo gestionar el presupuesto para ampliar el alcance territorial de las cocinas. Un año después Altamarani contaría con esta tecnología y Roxana, en naturaleza inquieta contagiaría a Nolberto para usarla no sólo para cocinar sino para secar cacao, lianas, semillas, granos y  hacer escobas, sombreros, paneros, aretes, anillos y lo que se les ocurra. 

“Es una tecnología nueva para la comunidad, pero poco a poco nos vamos a adaptar,  vamos a apoderarnos de esta tecnología. Yo siempre digo a mi cocina, le cuido más que a mi esposo”, ríe mientras Nolberto la abraza y niega con muestras de cariño tal afirmación.

“Esta tecnología nos ha ayudado a reducir el cansancio y el dolor, antes para atizar la leña teníamos que cargarnos la leña en nuestras espaldas y traerla desde el chaco,  era muy difícil…, era una vida muy difícil;  pero ahora podemos hablar, como lo estamos haciendo en este momento, algo que no hubiera pasado antes porque tendría que estar cargando la leña o pendiente del fuego y de la comida.

“Como mujeres sabemos que las comunidades que se preparan en las cocinas solares son garantizadas, vemos el proceso y sabemos que es garantizado” Roxana hace alusión al destape de la olla, cuando el vapor de la comida que sale de golpe le dice que los nutrientes y el sabor permanecen ahí, mucho más que si hubiera utilizado las técnicas de cocina tradicionales a fuego que implican lágrimas como defensa ante el humo constante.

“Para nosotros es una ayuda muy grande. Nos da más tiempo para hacer otras cosas, nosotros preparamos las cosas,  lo dejamos todo cociendo, pero debe haber un miembro de la familia que se quede, una hija o un hijo para que maneje la cocina, que la oriente al sol. Ahorramos tiempo, tenemos alimento garantizado, como mujeres nos ayuda mucho porque incluso no hay el peligro de quemarnos o que nuestros hijos se quemen. Ojala que no sólo se quede en mi comunidad sino que llegue a otras  comunidades”, señala esta líder corazón de oro.