La harina de banano, una alternativa para las mujeres de Altamarani

Luzmar Chao tiene 35 años; aunque nació en la comunidad Buena Vista , vive hace 18 años la comunidad Altamarani, ambas son parte del territorio indígena Tacana. Ahí ha formado una familia junto a Hernán, su hija y otros tres hijos varones.

Pese a no haber culminado el colegio, Luzmar es buena con la administración; lo demostró en el Comité comunal de Agua desde el año 2018. Aunque ella ya no ejerce este cargo comunal, su aporte ha sido alto. Actualmente, Luzmar se dedica a su huerto familiar, el trabajo en la parcela, a la organización de mujeres y el trabajo en casa.

“Gracias a Soluciones Prácticas [Practical Action] tenemos una parcela, ellos nos apoyaron con talleres en hacer viveros, en mejorar nuestros tanques de agua y también nos han ayudado en sembrar chocolate, plátano, piña, plantas maderables todo el sistema agroforestal” menciona.

Luzmar, junto a 11 mujeres de esta comunidad, son el motor de la organización productiva Achilata de Altamarani (Asociación de chila tacana), que en su entorno son conocidas como las Chileras de Altamarani, porque se han dedicado a la producción de banano, bajo sistemas agroforestales, pero además a su transformación en chila, o harina de banano, de donde nace su denominación.

Un ecosistema con multirriesgo

La población tacana, en general, sufre de amenazas por quemas, sequias; su biodiversidad y medios de vida sufren pérdida de bosques debido a los desmontes y asentamientos agrícolas ilegales (para uso agrícola y pastos para el ganado); se suma la extracción de madera; la extensión de la frontera agrícola; y el deslave de la ladera de los ríos que va socavando y quitando espacios productivos, y provocando la muerte de los bosques por inundación. Esta degradación ambiental está impactando negativamente en los medios de vida de las comunidades que también dependen de los recursos naturales (de uso productivo: turismo, artesanía tradicional, cacao, entre otros; y de uso social: leña, medicina, vivienda, fuente de agua, transporte) generando una mayor presión sobre la tierra, los bosques, y los recursos naturales y, por tanto, haciendo que los territorios indígenas sean especialmente vulnerables al cambio climático.

Estas amenazas aumentan como consecuencia de la pandemia mundial de COVID-19, cuyo impacto en el empleo y los mercados vinculados al turismo están reduciendo las oportunidades de ingresos alternativos, perpetuando el ciclo de pobreza y llevando a algunas comunidades a aceptar la presencia de actividades extractivas ilegales en sus tierras ligadas a la deforestación. [Practical Action, 2021]

Altamarani, una de las 20 comunidades del territorio Tacana 1, está situada a orillas del río Beni; las frecuentes inundaciones han carcomido la ladera de la comunidad, acceso fluvial a esta; además, algunas obras cercanas, han desviado el cauce del río. Esto no solo provoca que una zona antes segura se inunde, sino que afecta al segundo ingreso de Altamarani.

El trabajo productivo y la resiliencia comunitaria

El desarrollo y la resiliencia son enfoques complementarios. Desde la inundación de 2014, Practical Action ha buscado alianzas para poder apoyar a los medios de vida y el desarrollo integral de varias comunidades tacana. Además del conocimiento, experiencia y compromiso de instituciones públicas y privadas, de organismos y organizaciones de cooperación, el trabajo de las y los actores locales es fundamental: hombres, mujeres y ahora jóvenes comprometidos/as con un desarrollo sostenible  y de una resiliencia comunal fortalecida.

Culturalmente la recolección, la pesca y la caza son parte de la seguridad alimentaria de comunidades indígenas, según sus normas, tradiciones, espiritualidad, plan de vida y de territorio. Sin embargo la producción en huertos familiares, chacras y barbechos (rotación de la tierra), aportan a la disponibilidad de alimentos en el marco de una agricultura de subsistencia.

Los huertos familiares, a pequeña escala, permiten asegurar la disponibilidad de alimentos, plantas medicinales para el día a día de familias. En estos espacios normalmente se encuentran tubérculos, algunos frutos de la zona  y algunas hortalizas. Estos se complementan con la cría de animales pequeños (aves de corral, chanchos).

Los chacos tienen una superficie que puede variar entre 0.7 a 1, 6 hectáreas (CIPTA, 2014). En ellos las familias tacana producen cultivos anuales y de ciclo corto como el maíz, el arroz. Actualmente, como una práctica ante inundaciones, el arroz se cultiva en las riberas, después de las inundaciones, para aprovechar los nutrientes de la lama.

Por otro lado, algunas comunidades tacana, están produciendo con prácticas ecológicas basadas en los sistemas agroforestales, donde combinan, hortalizas, frutales, maderables, entre otros. El diseño de estas parcelas tiene como base la producción del cacao criollo por la potencialidad de su sabor, olor y otras características organolépticas; a este se suma el banano, ambos priorizados en la zona, tienen además una mejor tolerancia a las inundaciones.

La artesanía a partir de semillas, madera, lianas, algodón, son parte de la cultura y representa un ingreso para estas familias.

“Hemos recibido harta ayuda cuando hemos empezado a sembrar nuestro chocolate. Los técnicos nos han explicado cómo tenemos que hacer en la poda, también los injertos para los cítricos. … Lo que hemos aprendido hemos ido haciéndolo” (Luzmar)

Si bien la potencialidad de mercados para sus productos es alta y los precios son competitivos, la comercialización sigue siendo su talón de Aquiles.

Las mujeres organizadas a partir de la pérdida de banano

Orgánicamente el territorio tacana cuenta con organizaciones comunales de mujeres, el fin puede clasificarse dentro de los roles de cuidado “club de madres”, pero también puede ser productivo. En Altamarani, el proceso de fortalecimiento organizacional ya lleva varios años. En los últimos, las mujeres se han organizado cumpliendo el mandato orgánico, pero además están organizadas para producir y transformar chila (harina de banano) como Achilata de Altamarani.

La producción de banano puede superar el consumo de esta comunidad y la capacidad familiar de acceder a mercados locales para la comercialización. No hace muchos un racimo (más de 100 u) se vendía a buen precio, pero últimamente la dinámica del mercado ha bajado los precios hasta 2 dólares por racimo; sacar la producción de la comunidad requiere de una fuerte logística e inversión en el transporte, considerando que para el acceso a las ciudades intermedias o centros poblados deben considerar el presupuesto para el transporte terrestre o pluvial (gasolina para el motor, alquiler de peque-peque), etc.; normalmente las ventas que se logran no llegan a cubrir este costo, menos como familia.

Si bien el emprendimiento de la Achilata inicia el 2017, cuando todo iba en ascenso con pedidos del GAM de San Buenaventura para abastecer parte del desayuno escolar, dos años después, durante la pandemia por la COVID 1019, el emprendimiento fue abandonado, porque la demanda decreció y ellas mismas tuvieron que optar por otras dinámicas para la subsistencia durante este periodo.

Al no tener mercado para el banano, este se fue acumulando y la producción se iba perdiendo. Las mujeres de Altamarani se plantearon la idea de convertir este excedente en harina, producto altamente solicitado por sus nutrientes, especialmente para la alimentación de las y los más pequeños.

Las bandejas, calaminas, y cocinas solares se extendían para secar el producto; sin embargo este esfuerzo no era suficiente y necesitaba mejorar en pro de un producto más inocuo.

Las diferentes restricciones, las limitantes en acceso y economía, etc., hicieron que  la harina se fuera acumulando proporcionalmente a la carga de trabajo y el decrecimiento de su inversión de tiempo y esfuerzo.

“Lo hemos dejado porque decíamos cómo vamos a vender; dónde vamos a vender y así quedó. Después ya empezó todo de nuevo y Soluciones Prácticas volvió con los proyectos financiados por  Zúrich, Flamenco y Canadá. Gracias a ellos y al apoyo de ellos nos han ayudado a buscar nos están ayudando para que podamos vender nuestra chila de plátano y ahora nosotros como señoras tenemos todo ese entusiasmo de trabajar la chila de plátano”.

 

 

Un proyecto enfocado en alternativas productivas

El proyecto Mujeres Jóvenes de comunidades indígenas tacana mejoran la conservación y gestión sostenible de sistemas agroforestales de San Buenaventura trabaja junto a 4 comunidades del territorio tacana, en coordinación con el  Consejo Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA/ CIMTA).

En este cometido, el ámbito técnico y el de capacidades se entrelazan con el apoyo del Fondo Flamenco para el Bosque Tropical bajo tutela de la Agencia de Naturaleza y Bosque y del Fondo Canadá, quienes bajo sus líneas estratégicas colaboran además con el seguimiento y asesoramiento al proyecto.

Además, se conjugan tres enfoques importantes para la gestión sostenible de bosques:  sistemas agroforestales, cambio actitudinal, género. Su objetivo es contribuir a la conservación y gestión sostenible de bosques y medios de vida de comunidades indígenas tacanas de la zona de amortiguación del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi (PN-ANMI), a través de sensibilización y monitoreo ambiental liderados por jóvenes, incentivos orientados a producción bajo sistemas agroforestales, y acuerdos para protección de territorios y recursos colectivos; pero además a partir de la facilitación de procesos de empoderamiento y liderazgo de mujeres indígenas  en tres comunidades tacana y de otras mujeres tacana que se han sumado por voluntad propia a los procesos de capacitación bajo los principios de la sororidad.

Si bien el proyecto fortalece la producción y diversidad alimentaria bajo el enfoque agroforestal, también dirige sus acciones hacia la asistencia técnica que sea compatible para el modelo de negocios que esta comunidad ha construido, donde la producción de banano y cacao es central.

Justamente el fortalecimiento de capacidades de emprendimiento y liderazgo complementan este accionar, a través de la Escuela para mujeres indígenas 𝐄𝐩𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐚 𝐄𝐦𝐞 (Manos de Mujer), genera espacios seguros de conocimiento sobre los procesos y herramientas para la comercialización, bajo un enfoque de liderazgo compartido y sororidad, donde las capacidades y aprendizajes de cada una de ellas sea valorada y potencie el objetivo común.

“Quienes más emprenden son las mujeres, pero cuando tienen el producto terminado, no tienen como comercializarlo. El enfoque en el que se basa es la sororidad apuntando a construir una cultura emprendedora; esta escuela ha planteado las interrogantes y las posibilidades” (Yolanda Frías)

La tecnología, uno de los eslabones clave

El 2017, Practical Action apoyó con un secador solar de metal y policarbonato que tenía una medida de un metro y no les  alcanzaba para secar el volumen de materia prima que tenían, por lo que se apoyaban con las cocinas solares, calaminas y bandejas. Su volumen de producción alcanzaba los 10 de los 40 kilos semanales que esta organización ha proyectado.

Con el proyecto se ha sumado 3 secadores y mejorado el anterior, alcanzando los  32 m,  de superficie óptima para el secado. Además, se ha sumado una mesa de acero inox de 1,5 metros, que aunque todavía no es suficiente para llegar a su objetivo de venta, permite alcanzar 26  kilos de harina semanales.

Antes vendían el kilo a 10 Bs, cuando la producción de la harina superaba los Bs. 15, Actualmente el producto empaquetado  tiene un costo de 20 Bs, y estas mujeres aún están motivadas trabajando en la comercialización, y superando sus debilidades como organización.

La inversión de proyecto fue de aproximadamente 6000 USD en infraestructura y equipamiento: secadores, fuentes, cucharas, cuchillos, bandejas, cernidores, bañadores, canastas. Como contraparte, Practical Action apoyó con 5 mil Bs dirigidos a la conclusión del centro de transformación de harina de Banano, denominado por ellas como “El chilero”. A esto se sumó la mano de obra de mujeres y hombres de la comunidad, equivalente a 25 jornales y la dotación de material disponible en la zona.

 “Estamos logrando un paso más adelante y tenemos que seguir trabajando, yo me siento contenta y pedirles que nos sigan apoyando con talleres y sigan trabajando con nosotras, también que como mujeres tengamos ese entusiasmo de seguir trabajando” (Luzmar).

 

 

 

Entrevistas: Ivette Limaco
Texto: Mónica Cuba
Coord. Yolanda Frías